Es importante, como parte de los cuestionamientos feministas modernos, forjar toda una estética radical acerca del cuerpo, una estética que nos devuelva nuestro lugar y nos reivindique. Y precisamente, dentro de estas concepciones me parece pertinente ubicar el autoerotismo. Desde un principio y aún en nuestros días, la mujer ha estado supeditada a la valoración física de sí misma en función del Otro, operando en base al agrado y al placer de los demás. Es común observar a la mujer cosificada como objeto de placer visual-sexual desde los orígenes del arte, por ejemplo. En la actualidad, se ve más claramente cómo somos utilizadas para representar todo tipo de artículos en la publicidad formando parte de una incitación al deseo que nunca es cumplido. [Este punto se aborda un poco más en detalle en “La industria cultural” y “El malestar en la cultura”.] Podríamos decir que se fomenta un deseo, una pulsión con fin inhibido que genera malestar e insatisfacción en la sociedad. Pero he a
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