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Mostrando las entradas de julio, 2017

a veces pasan cosas

- "Si tú me mientes susurrando..." Concha Buika        a veces quiero mentirme; quisiera decir que me es suficiente tener tu boca a medias; que cada vez que me marcho no te pienso; que cada vez que te toco no siento que un pedazo de mí se acaba sobre tu piel y que no te extraño nunca, ni aún cuando despierto sola y anhelante en esta cama tan grande;  a veces quiero gritar o llorar en posición fetal; quisiera que el llanto se lo llevara todo y que me impidera recordarte, tan brillante como siempre, ahí en la puerta que se cierra; quisiera que ninguna canción se escuchara en el mundo; que la soledad no se me impusiera como un sello eterno sobre la cabeza; que tu rostro no se me apareciera en cada esquina y que tú también me olvidaras o te fueras a otra parte; a veces quiero decirte muchas cosas; que te amo, que te quiero, que te siento, que te extraño, que te pienso, que lo siento...; que tus manos me lastiman a veces; y que, a veces, me lastimas todo tú; y que e

y me reconocí negra

Cuando aprendí los colores, le aclaraba a mi madre: "mami, yo no soy trigueña, soy marrón", colocándome la crayola sobre el brazo. Y luego pensaba: "yo quiero ser negra de verdá", mientras observaba rostros de cubanas, africanas, dominicanas y boricuas "de verdá". Cuando iba a la playa, intentaba quemarme con el sol, pa ver si así llegaba a ser un poco más negra. Pero mi pelo lacio siempre me delató: Pocahontas, me decían para entonces. Algo dentro de mí estaba torcío. No quería elegir ser blanca cada vez que llenaba un documento oficial ni cuando saqué la licencia. ¿Por qué pa que me atendieran tenía que decir que era blanca? ¿Será que pa las negras no hay ná? ¿Por qué negra no y trigueña sí? ¿Por qué no podía ser africana y tenía que ser una indiecita estilo Pocahontas? Luego aprendí que pa ser negra solo me hacía falta la voluntá, que pa ser negra solo me faltaba aceptarme a mí misma na má.

(re)construyéndome

Hoy quiero contar un poco de mi historia. Me crié en los montes de Adjuntas, en la colindancia del Barrio Portillo con Lares, en una finca de 24 cuerdas y un caballo. Por eso, la ciudad me deprime. Yo era la "sensación" de la familia: la única nena prieta entre to el chorro'e primos varones. Tenía una abuela que veía cosas y ahora, luego de la transformación de su cuerpo, es ella la que me guía junto a mis abuelas más viejas. Todavía le debo unos cuantos girasoles. También tenía un abuelo, negro y con Alzheimer. A él le gustaban los gallos de pelea y se perdía cada vez que andaba solo por la calle. A veces, recordaba caminos viejos, que luego ya no llevaban a los mismos sitios. Nunca lo escuché recordar mi nombre y murió en una cama desvalido. Fueron como cuatro generaciones las que se dedicaron a recoger café para un hacendado, que según investigué, probablemente es familia de mi madre. La familia del hacendado vino desde las Islas Baleares por allá pal siglo XIX, de