Desdén a las manos que me tocan sin yo querer. A esas manos que apresuradas se estorban conmigo en su ruta hacia las manillas o el pasamanos. Salir tarde de la universidad siempre tiene su precio y más cuando se está cerca de Baquedano. El espacio siempre es poco cuando más cansada se está. Y poco es el ánimo de aguantar el empuje de los apresurados de siempre. ¡Cuántos ojos habré esquivado cuando el rostro es inevitablemente cercano! Hoy, súbitamente, entre tantas fechas de entrega, preocupaciones familiares y demás banalidades, me pregunté el por qué del horror en el metro. ¿Porqué el acercamiento es tan ominoso? Si el cuerpo no es más que pedazos de materia, igual al resto de los objetos que nos inundan, las pantallas que nos consumen y lo que nos cubre y descubre a diario. ¿Porqué esquivarse? Acaso nos esquivamos por la maldita costumbre a la fragmentación, por la negación de lo nuestro en el Otro. Heme aquí en el mismo tren de siempre a la misma hora de los eternos nunca q