Hoy quiero contar un poco de mi historia.
Me crié en los montes de Adjuntas, en la colindancia del Barrio Portillo con Lares, en una finca de 24 cuerdas y un caballo. Por eso, la ciudad me deprime. Yo era la "sensación" de la familia: la única nena prieta entre to el chorro'e primos varones. Tenía una abuela que veía cosas y ahora, luego de la transformación de su cuerpo, es ella la que me guía junto a mis abuelas más viejas. Todavía le debo unos cuantos girasoles. También tenía un abuelo, negro y con Alzheimer. A él le gustaban los gallos de pelea y se perdía cada vez que andaba solo por la calle. A veces, recordaba caminos viejos, que luego ya no llevaban a los mismos sitios. Nunca lo escuché recordar mi nombre y murió en una cama desvalido.
Fueron como cuatro generaciones las que se dedicaron a recoger café para un hacendado, que según investigué, probablemente es familia de mi madre. La familia del hacendado vino desde las Islas Baleares por allá pal siglo XIX, de donde se trajo mayordomos y sirvientas. Por ese monte de Portillo Abajo, dicen las lenguas, no sé si buenas o malas, que se dio una de las últimas batallas registradas entre poblaciones originarias y españoles, en el río que corre jalda abajo frente al patio de lo que alguna vez fue un hogar.
Y en noches como esta, quizá por cosas de la luna con el ciclo menstrual, me da con pensar en estas cosas... me da con recordar.
Me crié en los montes de Adjuntas, en la colindancia del Barrio Portillo con Lares, en una finca de 24 cuerdas y un caballo. Por eso, la ciudad me deprime. Yo era la "sensación" de la familia: la única nena prieta entre to el chorro'e primos varones. Tenía una abuela que veía cosas y ahora, luego de la transformación de su cuerpo, es ella la que me guía junto a mis abuelas más viejas. Todavía le debo unos cuantos girasoles. También tenía un abuelo, negro y con Alzheimer. A él le gustaban los gallos de pelea y se perdía cada vez que andaba solo por la calle. A veces, recordaba caminos viejos, que luego ya no llevaban a los mismos sitios. Nunca lo escuché recordar mi nombre y murió en una cama desvalido.
Fueron como cuatro generaciones las que se dedicaron a recoger café para un hacendado, que según investigué, probablemente es familia de mi madre. La familia del hacendado vino desde las Islas Baleares por allá pal siglo XIX, de donde se trajo mayordomos y sirvientas. Por ese monte de Portillo Abajo, dicen las lenguas, no sé si buenas o malas, que se dio una de las últimas batallas registradas entre poblaciones originarias y españoles, en el río que corre jalda abajo frente al patio de lo que alguna vez fue un hogar.
Y en noches como esta, quizá por cosas de la luna con el ciclo menstrual, me da con pensar en estas cosas... me da con recordar.
- Ketsia Ramos
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