-"Tengo fe en Chile
y su destino..."
Salvador Allende
Hace dos noches visité el Palacio de la Moneda (Santiago, Chile) y mientras tanto leía la siguiente inscripción en la estatua de Allende ubicada en uno de los costados de la casa de gobierno:
“Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.
En esos momentos me preguntaba: “¿acaso será posible crear un mundo mejor?” Ayer, 12 de febrero de 2016, Santiago se vistió de fiesta, pero la celebración está reservada para unos pocos. Esta realidad se hizo posible frente a mis ojos quizá para sacarme de esas dudas nocturnas que se debatían anoche en mi mente. La “Ilustre” Municipalidad de Santiago ofreció un programa cultural en su inmensa mayoría gratuito para beneficio del público, en el cual se incluía cine, música, teatro, charlas, exposiciones, visitas guiadas, talleres para niños, catas de vino y danza. Claro está, no quería perderme la celebración, así que allí estuve presente desde aproximadamente la 1:30pm.
Mientras me hallaba sentada en la Plaza de Armas hablando con un transeúnte, escuché el sonido de lo que parecían ser tambores y me acerqué a la parte opuesta de la plaza para averiguar cuál era esa nueva atracción que aún no había visto. Al llegar, me encontré con seis jóvenes que me hicieron sentir como en casa. Una falda blanca tal como la de los bailes de bomba puertorriqueños –que ya comenzaba a añorar- se movía alegre en el cuerpo de Rosa Lara, integrante del colectivo cultural ‘Arica negro: recuerdos de la Chimba’. En esos momentos, todos fuimos felices en la Plaza de Armas, a pesar del sol y la prisa. Digamos que nos convertimos en Macondo viendo llegar a los gitanos.
Pero si hay algo que nos destruyó a todos esa ilusión fueron los carabineros (policías). Una vez los jóvenes culminaron su baile, fueron acompañados por los carabineros a una esquina de la plaza por haberle llevado esa chispa de alegría al pueblo sin un permiso que autorizara su danza. Muy a pesar de los reclamos del público, le solicitaron sus cédulas y procedieron a darles la multa. Increíble, ¿no? ¿Acaso Santiago no estaba de celebración? Un total de ocho carabineros, dos de ellos a caballo y otros dos a motora, rodeaban a los jóvenes para que nadie se acercara ni tomara fotos o vídeos. Incluso, el responsable de haberlos detenido se negaba a escuchar las explicaciones que los integrantes le intentaban hacer entender. La multa ascendió a aproximadamente unos $31,000 CLP (pesos chilenos), equivalentes a alrededor de unos $45 USD (dólares).
Entonces, me pregunto: ¿así se vuelve a la dictadura? ¿Con la represión de las pequeñas cosas? ¿O debo creer que estamos forjando un mundo mejor de hombres y mujeres libres? ¿Así celebramos en Santiago? ¿Multando a jóvenes que no están realizando ningún crimen? ¿Así es que hacemos cultura?
Volvemos a plantear entonces el asunto del artículo anterior (“El arte en tiempos de cólera”). En tanto se busca oprimirnos, se nos priva de las artes y la cultura para que no reafirmemos nuestra identidad. Intentan apropiarse de nuestros cuerpos, espacio, tiempo, alegría, arte, cultura, es decir, de nuestras libertades y humanidades.
Al fin y al cabo, el día de hoy no fue lo que me esperaba. Fue otra decepción, otro coraje, otra ofensa para nuestras libertades que vez tras vez intentan ser coartadas. Pero también el suceso de hoy me ha impulsado a pelear más, a no callarme, a nunca bajar la cabeza, a nunca dejar vencer mi puño izquierdo en su constante lucha, a decir: “¡Arica Negro vive en mí!”
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