He aquí que nos hallamos ante el
imperio de las imágenes. ¿Qué tiene que decir entonces -si es que algo queda
por decir- otra imagen entre la multiplicidad de reproducciones gráficas
potenciadas hasta lo infinito?
Realidad vertiginosa la nuestra
entre tantas imágenes sinsentido, sin consigna. No hacen más que llenarnos de
angustia con su absurdidad y naturaleza pasajera. ¿Qué tiene que hacer entonces
-si es que algo queda por hacer- otra imagen entre la multiplicidad de
reproducciones gráficas potenciadas hasta lo infinito?
La imagen viene a demostrarlo todo,
a evidenciarlo todo, a dar certezas para imponer su imperio. La imagen viene a
desmaterializar vertiginosamente nuestra realidad desarticulada. Pero no toda
imagen es cierta, ni vertiginosa, ni desarticulada. Hay imágenes que vienen a
articular, a rehacer, a reconstruir con otros imperios que ya no son los
mismos. Es la ilustración valdmontiana
la que viene a abrir subjetividades y puntos de encuentro que hace mucho la
imagen derruyó en su afán vertiginoso, en su afán de darle nombre y
significante último al sujeto. Se abren nuevas perspectivas, nuevas
subjetividades y nuevos sujetos al introducirse en el valdmontismo que deja espacio para la creación y el arte de lo
hipnoide. Dejando a un lado lo determinante, la realidad se construye a partir
de formas geométricas, trazos cortos, ambigüedades, manchas… hay, por tanto,
espacio para encontrar(se) y encontrar(nos). La imagen nos lo negó. La
ilustración valdmontiana,
precisamente, ilustra (illustrare) y
no determina. Abre, en vez de cerrar. Crea, no fija.
Limaris Valdivieso © |
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